lunes, 28 de julio de 2008

Un castillo de arena

Charlaba ayer con un viejo amigo cuya residencia está fijada en un pueblo de la costa alicantina. El tío hacía tiempo que no se pasaba por Gandia y estaba muy sorprendido del crecimiento que había experimentado en los últimos tiempos nuestra ciudad.
Yo replicaba que sí, que tenía razón, que hemos crecido mucho pero que para eso se han pagado una serie de facturas que parece, nos hipotecan durante años.
- No te preocupes (me decía), todavía os queda la marjal y las montañas, en mi pueblo ya no cabe ni un castillo de arena.
Nos despedimos y de vuelta a casa pensaba en ese castillo. Pensaba en la subasta que se realizó durante la campaña a cuenta de los terrenos de la marjal (aún no sabemos nada de eso) y de lo bien que están las montañas sin las pilas de chalets horribles para los turistas.
Ello me llevó a pensar en todas esas personas que llevan años partiéndose la cara (literalmente) por conservar el territorio y la poca bola que les pasamos todos, total son cuatro gatos...
Pues si a esos cuatro gatos se les hubiera tenido en consideración algo habría cambiado y un futuro mejor les esperaría a nuestros hijos y nietos.
Desde aquí agradecerles su labor y decirle a todos aquellos que ven en los campos de golf y sus macrourbanizaciones aledañas que se metan el palo... por donde les quepa.

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